martes, 23 de abril de 2024

Cine: Ashes In The Snow

"... En medio del invierno descubrí que había, dentro de mí, un verano invencible. Y eso me hace feliz. Porque esto dice que no importa lo duro que el mundo empuja contra mí; en mi interior hay algo más fuerte, algo mejor, empujando de vuelta."

Albert Camus
En plena Segunda Guerra Mundial la Unión Soviética comienza a absorber a los países de Europa del Este poco a poco. Uno de estos países es Lituania que enmarcarla en la relación histórica de este pais con la URSS, a raíz del acuerdo de Stalin y Hitler se propicia la invasión soviética del país en 1940, hasta la ocupación nazi se deportaron a Siberia más de 20.000 lituanos. Después, cuando Alemania fue derrotada por la URSS, se intensificaron las deportaciones, alcanzando al 12 por ciento de la población, más de 245.000 lituanos entre 1944-53.

En esta película vemos a una joven lituana, llamada Lina (Bel Powley), hija de un profesor catolico de la universidad de la capital, es amante del dibujo y plasma su vida en sus obras hermosas hechas a lápiz. Vive en un hogar tranquilo, sin apuros económicos y lleno de amor junto a sus padres y su hermano menor. Esta joven no tiene amigos, sólo dibuja y de cierta manera “espanta a los chicos” como dicen sus cercanos.  

Esperando los resultados de la universidad por si es aceptada a estudiar arte, nota que su padre Kostas (Sam Hazeldine) no llega al hogar como es habitual y además esa misma noche los sacan a los tres - ella, su madre Elena (Lisa Loven Kongsli) y su hermano menor Jonas (Tom Sweet) - a la fuerza de su hogar y llevados a unos vagones insalubres junto a un gran grupo de lituanos. Todos ellos en estos vagones atiborrados deben viajar cinco semanas hasta la Región de Altai en Siberia. Esta niña en el transcurso del viaje dibuja los lugares que ve por las pequeñas ventanas del tren y dibuja además un mapa de las ciudades a las cuales llegan. Al llegar el jefe del gulag, Kamorov (Peter Franzén), les dicen que son todos condenados a muerte por traición a la patria y que la única forma que sobrevivan y vivan veinticinco años de reclusión de estos centros de reeducación es que firmen una falsa confesión.   

Las condiciones de vida son indescriptibles: barracones de madera donde el frío helador penetraba por todas las rendijas; camastros mugrientos, apilados e infectados de piojos; el olor era nauseabundo pues las necesidades se evacuaban en un cubo dentro del barracón; los trabajos eran además de absurdos e ineficaces, inhumanos, usaban a las personas como animales de carga en el traslado de troncos de madera que llegaban por el río Lena –un inmenso río que surca Siberia de más de 4.000 km- hasta la desembocadura del delta. La carencia de comida era tal que la hambruna deshumaniza a la mayoría de los presos; las enfermedades producidas por la desnutrición, como escorbuto eran habituales; la ausencia de higiene y los piojos contagian las enfermedades, la disentería era el principio del final. El frío polar y las tormentas de viento y nieve hacían que la muerte por congelación y gangrena fueran algo corriente, solo el primer año fallecieron la mitad de la población reclusa. Afortunadamente llegó una inspección médica que alivió la mortandad y las condiciones higiénicas y alimenticias.

Tenemos uno de los personajes que desarrolla su rol en la película. Este personaje es Kretzsky (Martin Wallström), quien es un soldado soviético que es uno de los cuales que viajan en el tren a Siberia y luego cumple labores en el campamento en la Región  de Altai. Este hombre mostrando una piedad no avalada por los superiores soviéticos por considerarlo debilidad salva en variadas oportunidades a esta madre y sus dos hijos para que no sean separados en el viaje en el tren. Pero Komorov dice que con un chasquido dicho soldado se transforma en el “Ángel de la Muerte” siendo violento y sin consideración con los prisioneros lituanos. 

Una jornada, luego de salir a cazar conejos, la niña es citada por Komorov y uno de sus dibujos confiscados. Le pide un retrato de él en el momento y la niña lo dibuja de forma dantesca y demoniaca. Komorov ordena requisar todos sus dibujos y quemarlos en la nieve. Vemos las cenizas de esos dibujos en la fría nieve Siberiana. 

En verano de 1942, ella y toda su familia son enviados al Mar de Laptev, cerca de las Islas de Nueva Siberia, en pleno círculo Ártico. Kretzsky va a cargo como comandante de ese campamento que es prácticamente una sentencia de muerte por las crudas y frías condiciones en aquella isla con temperaturas que en la noche polar ártica -de diez meses- son de la más bajas del planeta, -35 grados es habitual, el permafrost, la dura capa de hielo es permanente.

Tiene a su madre enferma que se agrava día a día. Todos tienen nulas posibilidades de sobrevivir en este frío Ártico. Todos al final deberían morir y ella comienza a organizar a los prisioneros y solicitar condiciones humanas de vida para sobrevivir. Su madre enferma le dice que es una líder como su padre. Ella arriesga su vida pidiendo comida, abrigo y medicinas. Kretzsky está muy afectado, sobrepasado por las condiciones y lo lejos que está de los que él quiere y desea ver. 

Pelicula que muestra el holocausto desconocido de los Lituano que son considerados “enemigos del pueblo y enviado a terribles gulags en la cruda Siberia. Nos muestra la fuerza interna de Lina, que a pesar del horror y lo terrible de la experiencia no deja su sensibilidad por el arte y el dibujo y plasma esas vivencias en sus obras hechas solo por lápiz. Tiene un personaje central bien construido y trabajado. De los integrantes de su familia sólo al debe es el de Kostas quien tiene un rol al inicio muy pequeño y no se sabe más de él en el transcurso de la familia. Debe ser que nos quieren dar a conocer de lo traumante y rápido que fue el final de muchos lituanos que lucharon católicos que no plantaron y murieron valientemente en manos soviéticas. El rol de Komorov pudo haber sido mejor trabajado, como un antagonista más terrible. Siendo él realmente la visión satánica de los soviéticos rusos, viscerales, que quieren solo imponer su doctrina sin dios, individualismo, ni  espiritualidad alguna.

En general es una película bien construida cronológicamente, con personajes que muestran una evolución y demuestran esa esa fuerza interna frente a la hostilidad y condiciones de vida frías y crudas. Nos muestra en casi dos horas un ejemplo de la vida de los lituanos frente al terrible comunismo del régimen sovietico. Como en aquella fría nieve y rudas condiciones es posible que algo florezca y no muera ese verano interno frente a ese triste y terrible invierno que impuso el comunismo stalinista. Recomendable. 

Tráiler:

Título:  Ashes In The Snow
Año: 2018
Director: Marius A. Markevicius
País: Lituania - Estados Unidos  
Idioma: Inglés
Subtítulos: Inglés
Formato: DVD
Calificación: Recomendable

miércoles, 17 de abril de 2024

Libro: Osvaldo Soriano - Arqueros, ilusionistas y goleadores

Osvaldo Soriano, escritor argentino nacido en 1946 y que muere en 1997. Que tomó su primer libro de literatura recién a los veinte años. En su casa de crianza no había libros ni una biblioteca. Decía que no terminó la secundaria. Siempre la destructiva a su obra fue que nunca estudió periodismo, ni nada relacionado. Fue un periodista nato, sin preparación académica y un prolífico escritor que fue muy leído en la década de 1980 y 1990.

Esta obra “Arqueros, ilusionistas y goleadores” es un riquísimo libro lleno de cuentos y relatos relacionados con una de las aficiones y pasiones de Osvaldo Soriano, que es el fútbol. Esta edición reúne todos los textos sobre fútbol que Soriano publicó en sus cuatro volúmenes de recopilación con las Memorias del Míster Peregrino Fernández, los últimos cuentos que escribió para Página/12 e incluye tres relatos, hasta la fecha de que esta obra vio la luz, inéditos. 

La relación de Osvaldo Soriano con el balompié nace ya que fue un talentoso jugador centrodelantero que dejó de jugar por una lesión en la rodilla. Escribió sus primeros cuentos, insalvables aseguraba, mientras era sereno en una fábrica en Tandil. Esos detalles figuran en el currículum de lo segundo que quiso ser, periodista y escritor. Quiso contar. Quienes lo conocieron bien coinciden en que era un gran narrador oral. Sus escritos en La Opinión y en Página/12, sus siete novelas y sus cuatro libros de artículos y relatos tuvieron una aceptación extraordinaria entre los lectores, tal vez, lo convirtió en sospechoso para algunos colegas y académicos. A Osvaldo Soriano le molestaba la falta de reconocimiento de estos sectores y más de una vez le respondió “La literatura argentina es muy solemne, carece de épica y de sentido del humor”. En una cancha y sus alrededores cabe el talento y la torpeza, la gloria y el fracaso, la justicia y la corrupción, lo desmesurado y lo conservador, el picado y la final de un mundial, lo real y lo ficticio, el débil y el poderoso. Solía citar a Albert Camus “En una cancha de fútbol se juegan todos los dramas humanos”. Uno de los pocos escritores a los cuales Soriano lo encontraba con “potrero”.

Algunos de estos relatos escritos que más llamaron mi atención y gusto fueron “Centrofóbal”, donde recuerda del tiempo en que empezaron a rodar juntos, la pelota y él. Fue en un baldío en Río Cuarto de Córdoba donde descubrió su vocación de delantero. En ese entonces el modelo del virtuosismo era Walter Gómez, el uruguayo que jugaba en River Plate, pero también Borello, el rompeportones de Boca Juniors. Escuchaba los partidos por radio en las voces de Fioravanti o de Arostegui. Al interior llegaban en cadena o se captan en onda corta, con una antena de alambre pegada a la chimenea de la casa. 

Se había fundado con sus amigos en un potrero al Sportivo Almafuerte. Su mundo se iluminaba de proezas y emociones. Incluso su padre arbitró algunos partidos, de que dice que era un intelectual de la ciencia, pero de qué de fútbol no sabía nada. De tanto andar por la vida había aprendido que está prohibido tocar la pelota con las manos y que los golpes arteros debían sancionarse con un tiro libre, o algo parecido. Ni siquiera sospechaba la riqueza teórica del off side, las faltas veniales como el córner y el pie levantado en plancha. Su padre detestaba el fútbol y todas las manifestaciones populares. Por eso se metió a réferi. Le fascinaba mandar sobre lo que no comprendía. 

Habla de ese partido, arbitrado por su padre, contra el equipo de Honor y Patria que hicieron todo para golpearlos pero solo pudieron meterla dos veces en el arco. Puro azar: la pelota daba en los palos, en nuestro arquero, picaba en lo pozos y se desviaba y así siguió hasta el amargo final. Confiesa además el deleite de haber pateado un penal, cobrado por su padre, por lo mismo instruía la aberración provocada por la ignorancia de él que los metía de lleno en las miserias de la vida. Cuando volvieron a casa, su madre anduvo gritando un rato y a manos, al final, los mandó a la cama sin cenar. 

En “Primeros amores”, Soriano nos habla de que siempre cuando emprende un largo viaje recuerda algunas cosas suyas cuando todavía no soñaba con escribir novelas, ni subir aviones, ni dormir en hoteles lejanos. Su primera novia y su primer gol. Su primera novia era una chica de pelo muy negro, tímida, que ahora debería estar casada y tendría hijos. Fue con ella que hizo por primera vez el amor, un lunes de 1958, a la hora de la siesta, en una fila de butacas rotas de un cine vacío. Su novia y él tenían quince años, aprovechaban que el cine no daba función por las tardes y esperaban en la plaza el momento justo para entrar al cine en penumbras. 

No había gran cosa para divertirse en su pueblo. Calles de tierra y cualquier cosa que llegara de Buenos Aires se convertía en un acontecimiento. Eran treinta y seis horas en tren o en un avión carísimo y peligroso. Los diarios de la Capital tardaban tres días en llegar y no había ni una sola librería ni un lugar donde escuchar música o representar teatro. Entonces solo quedaba el fútbol y las carreras de motos, que empezaban a ponerse de moda.

Hizo muchos goles con los chicos de su barrio, pero para él no contaban. Pensaban en hacerlo mejor, con público y con sus novias temblando de admiración. Del día de su primer gol, recuerda con cariño aunque le arruinó la pierna a un defensa denominado Hacha Brava. Un contragolpe, casi sobre el final, él intuyo secretamente que su vida cambiaría para siempre. Una imagen que todavía perdura en él, cualquiera que sea el hotel donde esté. 

Con “Gallardo Pérez, Referí”, relata Osvaldo Soriano que fue un artículo pedido para el Mundial de 1986, para el periódico italiano “Il Manifesto” de Roma. El periódico le pidió escribir un artículo por día durante todo el mes del campeonato. No se trataba de viajar a México; ni siquiera de comentar los partidos por televisión. Desde Buenos Aires tenía que imaginar todos los días un relato vinculado con el fútbol para acompañar las conjeturas de los especialistas italianos. El protagonista de este relato existe, pero quizá no se llamaba Gallardo Pérez. Él hizo el gol del escándalo, pero cree que no haya sido exactamente así. Le divirtió construir aquellos días que era muchacho y soñaba con jugar un día en San Lorenzo de Almagro.

Soriano nos habla de que cuando jugaba fútbol, hace más de veinte años, en la Patagonia, el referí era el verdadero protagonista del partido. Lo premiaban si ganaba el equipo local; si perdía, lo metían preso. Lo normal era que ganara el local, porque el referí que ni los jugadores visitantes tenían vocación de suicidas. 

Existía en aquellos tiempos un club invencible de local: Barda del Medio. El pueblo no tenía más de trescientas o un poco más de habitantes. Estaba clavado en las dunas, con una calle central de cien metros y, más allá, los ranchos de adobe como el far west. A orillas del río Limay estaba la cancha, rodeada por un alambre tejido y una tribuna de madera de cincuenta personas. sólo era una tribuna presencial, solo para los más acaudalados y con influyentes en este pueblo. El resto veía el partido subido a los Ford o a las cajas de los camiones de la empresa que estaba construyendo la represa. Osvaldo Soriano jugaba en Confluencia, un club de Cipolletti, pueblo fundado a principios del siglo XX por un ingeniero italiano. El equipo no había nunca superado el sexto puesto, pero a veces le ganaba al campeón. Muy de vez en cuando sí, pero le daban un susto. Ese día jugaban allí, en Barda del Medio y nunca un visitante había ganado al local. Sus jugadores eran parientes indios o chilenos clandestinos y eran malos para el fútbol, igual que ellos. Eso si, pegaban como si estuvieran en la guerra. Ellos perdían siempre por goleada de visitantes, era impensable perder en su propia cancha. 

Ese día les costó armar el equipo, los jugadores no querían arriesgar sus piernas. Osvaldo Soriano debuta en primera. El público los recibió con un abucheo y el partido en su primera parte fue tranquilo. Tiraban de lejos y su arquero respondía. Pelotas en el poste y corners sin suerte para el local. Estaban ese día sin puntería y sin suerte. Al fin, harto de esperar y cada vez más nervioso, Gallardo Pérez expulsó a dos de su equipo y les dio dos penales al local. El primero fue a dar sobre el travesaño y el segundo dio en un poste. Ese día, como dijo en voz alta el referí, no le hacían un gol ni al arco iris.

Osvaldo Soriano habla del gol que hizo a minutos del final en aquella cancha. Del silencio sepulcral cuando enfrentó al arquero y los detalles de aquel gol suicida. Además de cómo la furia de los hinchas locales se hizo ver a término de esa celebración de Soriano a lo Pelé que nadie lo acompañó de su equipo a celebrar. Un gol suicida para su equipo y el árbitro Gallardo Pérez. Fueron golpeados por sus habitantes, castigados por las autoridades y enviados en un bus de mala muerte de vuelta. Un relato febril de cómo se vivía el fútbol en aquellos parajes lejanos y a veces fuera de la realidad.

“Últimos días del arquero feliz - A un siglo de la invención del penal”, nos relata que el 15  de septiembre de 1891 el Notts County le iba ganando como visitante al Stoke City por uno a cero. Mano en el área en la jugaba final del partido y el árbitro cobró falta y tiro libre a 30 centímetros de la línea de gol del Notts County. No fue cobrado el gol inminente y causó un revuelo y en los días siguientes los especialistas del deporte discutieron la interpretación de las reglas. Al fin la Liga Inglesa propuso una solución: debía marcarse un área de protección de 16.50 metros en torno de los arcos y el team que cometiera infracción dentro de ese perímetro seria sancionado con lo que iba a llamarse un penalti. Se trataba de un curioso tiro desde los once metros, sin obstrucción alguna y con expresa prohibición al arquero de mover los pies antes del remate.

Una alegoría a que muchos sucesos y cosas que fueron creadas en aquellos años ya no existen, pero el tiro penal se repetirá como una ceremonia infinita, cada día, hasta el fin de los tiempos.

Este relato es único, por su originalidad que nos habla de “El penal más largo del mundo”. El penal más fantástico del que Soriano tenga noticia se tiro en 1958 en un lugar perdido del Valle de Río Negro, un domingo por la tarde en un estadio vacío. Estrella Polar, club que iba puntero en la liga local. Era el suceso del que se hablaba en la escuela, en el bus, en la plaza y que finalizando el otoño tuviera 22 puntos contra 21 de los de Deportivo Belgrano. En el partido final de la temporada entre estos dos clubes se cobra un penal a favor de Estrella Polar, pero fue tanto el desorden que se suspendió el partido y una semana después recién se ordenará reanudar el partido desde el cobro de la falta y los segundos de descuento. Entre ataques de epilepsia del árbitro, promesas de amor falsas al arquero de Belgrano se relata el penal más largo del mundo. 

Con el relato sobre la experiencia titánica e histórica de Obdulio Varela, denominado “Obdulio Varela - El Reposo del Centrojás”. El 16 de julio de 1950, en el estadio Maracaná de Río de Janeiro, nació una de las últimas leyendas de fútbol rioplatense; a Obdulio Varela se le otorga la talla de leyenda al dirigir y  liderar en cancha un equipo que estaba haciendo un torneo mundial regular. Contra un Brasil que era una máquina de fútbol, y goleaba a sus contrincantes. Llegaba el día de la final e incluso los dirigentes uruguayos les decían que ya se tenían pagados por llegar a la final y si perdían por menos de cuatro goles se sentían satisfechos. Obdulio Varela les dijo que ellos no entrarían derrotados a la cancha y que lucharán por la copa. En un partido muy parejo, Uruguay perdiendo goles y deteniendo esta máquina que era Brasil y fue un cero a cero en el primer tiempo. A los seis minutos del segundo, llegó el gol de Brasil y Obdulio tranquilamente volvió al centro del campo, imposibilitando a Brasil seguir goleando enfriando esta final. Fue un 2 a 1 para los uruguayos, pero al final ya terminado el partido Obdulio Varela estaba muy triste por terminar esta fiesta brasileña e imposibilitar la celebración carioca. Al contrario lloraban y estaban muy tristes. Él hoy en día se metería un gol en contra y si volviera a vivir no sería futbolista. Piensa que el fútbol está muy sucio por el dinero y el periodismo que lame botas a la dirigencia. 

Un gran relato que leí en una revista Don Balón hace ya muchas décadas, que me marcó mucho en mi juventud. 

Me gustó además leer la historia inicial del club San Lorenzo de Almagro, que se llamaba los Forzosos de Almagro. Como un cura que inspiró su nombre les regalo una cancha, que limpiaron jugaron sus primeros partidos contra clubes de barrio cercanos. Cómo, lamentablemente, los sobrevivientes de su creación pagaron de mala forma. Enfermos y viejos vivían en el anonimato de creadores y su único beneficio era entrar gratis al estadio de San Lorenzo.  

Además el relato del Mundial de Fútbol jugado en la Patagonia en 1938. Ya que Europa y el resto del mundo estaban en una guerra mundial terrible. Donde los favoritos, los alemanes e  italianos cayeron al final en manos de una nación sin tierra como la Mapuche que se transformó en campeones en un mundial irreal, lleno de fantasía, ficción. Jugado en canchas injugables, en condiciones climáticas y geográficas imposibles para este deporte.  Un mundial en el que Osvaldo Soriano creó equipos y canchas con una creatividad e imaginación única y entretenida. 

Sus relatos futbolísticos de infancia y adolescencia, historias del balompié en la Patagonia, cuentos de árbitros, futbolistas y entrenadores que vencen o distorsionan el reglamento conocido. Todo eso y más es la recolección de relatos de Osvaldo Soriano que son presentados en esta obra literaria.  En lo personal,  me quedo con el relato real e íntimo del mítico “Maracanazo” del Mundial de Brasil '50, por el capitán de la selección uruguaya Obdulio Varela. Su  vida, sueños y relato in situ de esta magna final. Cómo Varela condujo a Uruguay a la victoria, desde la derrota en cancha y dirigencial. De cómo manejó el partido y las emociones de los jugadores y público rival. Notables.

Si eres un amante del fútbol, amarás este libro. Te permite ampliar su bagaje informativo, aunque puede que a veces te sientas perdido por no manejar conceptos e historia argentina, pero en su mayoría su lenguaje es universal y causará risas por la originalidad y creatividad de Osvaldo Soriano. Los relatos sobre cómo fue su juventud e infancia y relación con el fútbol son hermosos. Al leerlos es pensar e imaginar que el propio Osvaldo Soriano te los estaría relatando de forma oral junto al fuego y un buen mate. Además de los relatos creados sobre unos de sus personajes principales de su obra que es Míster Peregrino Fernandez y su experiencia como jugador en Europa en plena Guerra Mundial y como zafa de  las balas y la muerte de forma magistral por medio del fútbol son muy originales y muy entretenidas. Obra recomendable. 

Título: Arqueros, ilusionistas y goleadores
Autor: Osvaldo Soriano 
Originalmente publicado: 2006
Idioma: Español
Formato: e-book
ISBN: -
Páginas: 280 páginas
Calificación: Recomendable