lunes, 20 de mayo de 2024

Libro: Jon Krakauer - Mal de altura: Crónica de una tragedia en el Everest

El ser humano siempre ha deseado vencer los límites impuestos por la naturaleza y otros medios. La exploración de nuestro planeta y del espacio exterior ha dado muchas historias sobre las odiseas vividas por aquellos que deseaban llegar más allá de lo conocido e impuesto. Dentro de la exploración, está el montañismo. Alcanzar la cima de las más altas montañas de la Tierra bajo situaciones climatológicas y geográficas imposibles para el hombre.

"Mal de altura: Crónica de una tragedia en el Everest" de Jon Krakauer se ha convertido en una lectura obligada para todo amante de la literatura de montaña, de aventura o de viajes. Jon Krakauer partió hacia los Himalaya en 1996 para escribir un reportaje sobre la creciente exploración y explotación comercial del Everest. Su intención era analizar los motivos de que tanta gente estaba dispuesta a someterse a riesgos antes reservados a montañistas profesionales. Era uno de los ocho clientes de la expedición comercial de Adventure Consultants dirigida por el famoso guía neozelandés Rob Hall. El 10 de mayo tocó el techo del mundo, pero el precio que pagó por ello fue terrible. Por qué si el tiempo había empezado a empeorar, los montañistas no habían hecho el menor caso ¿Por qué unos guías avezados siguieron ascendiendo, empujando a una manada de deportistas relativamente inexpertos (cada uno de los cuales había pagado hasta $65.000 dólares para que lo llevaran sano y salvo hasta el Everest) hacia una trampa mortal?

En 1865 gracias a los cálculos trigonométricos el pico XV fue considerado el más alto del mundo con 8.840 metros de altura. Los datos fueron confirmados por Andrew Scott Waugh y puso el nombre de Monte Everest en honor de sir George Everest, su predecesor como topógrafo general. Los tibetanos lo denominaban “Yomolungma” que significa “diosa madre del mundo” y los nepaleses lo llamaban “Sagarmatha” o “diosa del cielo”. Poco antes del mediodía del 29 de mayo de 1953, Edmund Hillary y el sherpa Tenzing Norgay se convirtieron en los primeros hombres en pisar la cumbre del Everest. 

Según Jon Krakauer escalar lo emocionaba ante la mera perspectiva que supone forzar constantemente una existencia por lo demás vulgar. Escalar da asimismo un sentido de clan. Ser escalador significaba formar parte de una sociedad rabiosamente idealista e independiente, que pasa inadvertida y es del todo ajena a la corrupción del mundo en general. Olvidó sí escalar el Everest. El caso es que empezó a mirar la montaña más alta del mundo por encima de los hombros. Ese gran esnobismo tenía su raíz en el hecho que a inicios de 1980 la vía mas fácil - por el collado Sur y arista Sureste - había sido escalada más de un centenar de veces. En 1985 este desprecio creció más ya que Dick Bass, un inexperto escalador  fue conducido a lo alto del Everest por un joven escalador, David Breashears. Era una montaña para escaladores de élite y lo de Dick Bass lo cambió todo.

Jon Krakauer pidió un año de preparación y que la revista Outside financiara la expedición. En febrero de 1996 fue confirmado su viaje y aventura al Everest en la agencia Adventure Consultants de Rob Hall, una de las más famosas de todas allá. Rob Hall, un afamado escalador neozelandés decidió cambiar a un giro más comercial y el enfoque fue de guía de alta montaña. El reto consiste en hacer subir y bajar los clientes salvos y sanos. Una profesión más estable que al estar detrás de los patrocinadores para escalar. Si sabes ofrecer un buen producto, la reserva de clientes es ilimitada. Jon Krakauer estaba acostumbrado a escalar solo o sólo acompañado de más de dos amigos. Ese lujo estaba vedado en esta ascensión guiada; hay que solo confiar en el guía. Esperaba con fervor que Rob Hall hubiera descartado a los clientes de dudosa habilidad y que tuviera los medios para protegerlos a todos de las flaquezas de unos y de otros.

La táctica de Rob Hall consistía en sitiar la montaña. Los sherpas irían estableciendo hasta cuatro campamentos por encima del campamento base. Acarreando ingentes cantidades de comida, combustible y oxígeno de campamento en campamento, hasta tener todo el material necesario almacenado a 7.900 metros, en el collado Sur. En el campamento base Jon Krakauer conoce a las diferentes expediciones - entre las mas preparadas a las más inexpertas - y se da cuenta de las extrañas costumbres de famosos influencers de la época en escalar el Everest. Cada personaje teniendo el dinero y el personal adecuado, ascendía sin problemas. 

Además Jon Krakauer nos habla de los problemas médicos de incluso sherpas aclimatados a la altura desde el nacer y que igualmente pueden enfermar, por ejemplo un edema pulmonar por altura, hasta morir en un hospital de Katmandú pasados los días después del rescate.  El edema cerebral producido por las grandes altitudes es menos común que el edema pulmonar causado por el mismo motivo, pero puede ser más letal. El edema cerebral, que puede presentarse sin previo aviso, se produce cuando los vasos sanguíneos del cerebro, faltos de oxígeno, empiezan a rezumar y provocan una grave hinchazón cerebral. A medida que aumenta, la presión en el cráneo, la habilidad mental y motriz se deteriora con alarmante rapidez - normalmente en el plazo de unas pocas horas -, y a menudo sin que la víctima note ningún cambio. El siguiente paso es el coma y luego, a menos que el afectado sea evacuado rápidamente a una altitud inferior, la muerte.

El budismo que se practica en las alturas de Khumbu tiene un claro sabor animista; los sherpas veneran a una mezcla de espíritus y divinidades que según dicen, habitan en los desfiladeros, ríos y picos de la región, y rendir la debida pleitesía al conjunto de estas divinidades se considera de crucial importancia para garantizar la travesía de tan traicionero paisaje. Uno de los escaladores de Fischer había iniciado una aventura con una integrante de una expedición a Lhotse. Puesto que en  confines del campamento base la intimidad está descartada, las citas amorosas que habían tenido lugar en la tienda de aquella mujer eran rechazadas taxativamente por los sherpas, ya que las relaciones sexuales entre parejas no casadas era un agravio en las faldas de Sagarmath.

Del campamento III al II y de ahí al campamento base el 1 de mayo de 1996. Oficialmente, la aclimatación había terminado y para sorpresa de Jon Krakauer, la estrategia de Rob Hall parecía funcionar: después de tres semanas en la montaña, el aire del campamento base le pareció denso, rico y voluptuosamente saturado de oxígeno en comparación con la atmósfera brutalmente enrarecida de los campamentos II y III. John Krakauer había perdido casi diez kilos de masa muscular, sobre todo en hombros, espalda y piernas, y tras quemar la grasa subcutánea, era muchísimo más sensible al frío. El peor problema era el pecho: la tos seca que había pillado en Lobuje se había agravado tanto que, durante un fuerte ataque en el campo III, se le había roto un cartílago intercostal. La tos había continuado como si nada y cada convulsión era  como una patada en las costillas. 

Rob Hall tenía pensado que el 10 de mayo sería el día en que intentaría conquistar la cima. La razón tangible era el flujo y reflujo de los monzones hacía que el tiempo más favorable del año se diera, día más día menos, hacia el 10 de mayo. Durante todo el mes de abril las corrientes atmosféricas habían estado vapuleando el Everest como una manguera de incendios, azotando su cima con vientos huracanados. Incluso en días de sol y absoluta calma en el campamento base, un inmenso estandarte de nubes ondeaba en la cumbre a merced del viento. Pero se esperaba que a primeros días de mayo la aproximación de monzones desde la Bahía de Bengala desplazara las corrientes hacia el Tíbet. Si el año 1996 era como otros años anteriores, entre el cese del viento y la llegada de las lluvias monzónicas dispondrán de un breve periodo de buen tiempo y cielo despejado, lo que haría posible atacar la cima.

Depender del oxígeno embotellado para realizar la ascensión es una práctica que ha levantado la más acalorada polémica desde que en 1921 los británicos llevaron aparatos experimentales de oxígeno al Everest. (los escépticos sherpas bautizaron rápidamente aquella bombonas pesadísimas con el nombre de “aire inglés”). El primer y más acertado crítico de las botellas de oxígeno fue George Leigh Mallory, quien decía que su uso era “antideportivo y, por tanto antibritanico”. Pero pronto quedó claro que por encima de 7.600 metros en la llamada “zona de la muerte”, sin oxígeno adicional el cuerpo es vulnerable a los edemas pulmonar y cerebral, la hipotermia, las congelaciones y toda una serie de peligros mortales. En 1924, a su regreso de la tercera expedición al Everest, Mallory ya se había convencido de que nadie podría alcanzar la cima sin oxígeno adicional, y se resignó a utilizarlo él también. Reinhold Messner y Peter Habeler, asombraron al alpinismo mundial haciendo buena su bravata: a la una de la tarde del 8 de mayo de 1978, ascendieron por la ruta del collado sur y la arista Suroeste sin emplear oxígeno adicional. En muchos círculos de escaladores se consideró esta la primera ascensión real al Everest.

Jon Krakauer en aquel lugar dejado de la mano de Dios, se siente desconectado de los demás escaladores - emocional, espiritual y físicamente - como no le había pasado nunca en ninguna expedición anterior. Se dio cuenta que era un equipo solo de nombre. aunque dentro de unas horas dejaron el campamento en grupo, cada cual ascendería a su antojo sin estar atado a nadie por cuerda alguna ni por un sentido profundo de lealtad. Cada cliente está ahí, como quien dice, por su cuenta y riesgos. Todos habían sufrido mucho para llegar a ese punto. Había comido poco y no había pegado un ojo desde que dejara el campamento IV. Cada vez que tosía, era como si alguien le clavasen un puñal entre las costillas y el dolor hasta le hacía llorar. Pero si quería la cima, era preciso olvidarse de los achaques y escalar.

Veinticinco minutos antes de la medianoche, Jon Krakauer se ajustó la mascarilla de oxígeno, encendió el frontal y salió a la oscuridad. El grupo de Rob Hall lo conformaban quince personas: tres guías, los ocho clientes y los sherpas Ang dorje, Lhakpa Chiri, Ngawang Norbu y Kami. Además el equipo de Mountain Madness con tres guías - Fischer, Beidleman y Boukreev, seis sherpas y seis clientes abandonaron el collado Sur horas después que los del Rob Hall.

Aquella noche partieron treinta y tres escaladores. Aunque dejaron atrás el collado Sur, como miembros de tres expediciones distintas sus destinos ya empezaron a entrelazarse, y lo harían mucho más a cada metro que ascendieran. Rob Hall quería a cada montañista a cien metros de distancia de cada uno. Jon Krakauer tenía treinta y cuatro años escalando montañas y había descubierto que los aspectos más gratificantes del montañismo se derivan de la importancia que se da a la confianza en uno mismo, a tomar decisiones críticas y afrontar las consecuencias. Participando como cliente en una expedición se ve obligado a renunciar a todo eso y más. Por responsabilidad un guía responsable siempre querrá tenerlo todo controlado, pues sabe que no puede permitirse el lujo de que cada cliente decida por su cuenta cosas importantes.

A un ritmo tranquilo de dos litros por minuto, cada botella de oxígeno debía durar entre cinco y seis horas. El oxígeno se le acabará a Krakauer hacia las cuatro y las cinco de la tarde. Según la aclimatación y el estado fisiológico de cada uno, aún podrían hacer algo a esa altitud, pero poca cosa y por poco tiempo. Quedarían expuestos inmediatamente al edema pulmonar, edema cerebral, a la hipotermia y las congelaciones. El riesgo de muerte se dispararía.
   
Siempre Jon Krakauer sabía que escalar montañas era una empresa muy arriesgada. Aceptaba que el peligro era una parte esencial del deporte; sin ese valor añadido de otras muchas diversiones. Era estimulante rozar el enigma de la mortalidad, atisbar en sus fronteras prohibidas. Escalar era algo estupendo, a su modo de ver, y no pese a sus peligros intrínsecos, sino precisamente por ellos. Sin embargo, jamás había visto la muerte tan cerca hasta que estuvo en el Himalaya. Antes de ir al Everest ni siquiera había estado en un funeral. Para él la mortalidad era un concepto lejano e hipotético, una idea que podía ponderar en abstracto. Tarde o temprano, era inevitable que esa inocencia privilegiada fuese expropiada, pero cuando esto se produjo, el impacto fue aún mayor debido a la mera enormidad de la carnicería: aquella primavera, el Everest se cobró la vida de doce personas, entre hombres y mujeres, el peor saldo en una sola temporada desde que los primeros escaladores hollaron el pico en el año 1921. 

El tiempo cronológico pensó tanto en la tragedia como en el atmosférico, y no hacer caso del reloj es algo que nadie puede achacar a la mano de Dios. Las demoras en las cuerdas fijas eran previsibles y podían haberse evitado. Nadie hizo el menor caso de plazo previsto para la media vuelta. Analizar los errores cometidos en el Everest es una empresa útil; sin duda evitará algunas muertes. Pero creer que el hecho de diseccionar los trágicos acontecimientos de 1996 va a reducir el índice de mortalidad de manera sensible es ya una quimera. 

Libro que causó gran revuelo por lo contado al detalle y desde la propia visión de Jon Krakauer. Además descubrirás el por qué hasta hoy en día Jon Krakauer es visto con recelo por los afectados y observadores de esta tragedia. Él lo reconoce, pero da sus razones del porqué. Hace un par de años atrás salió la película “Everest” que se basa en la obra de Jon Krakauer y otros relatos de lo que vivieron y sobrevivieron y deja muy mal parado al autor de “Mal de Altura”. Una tragedia que hasta el día de hoy saca ronchas. Una lectura rápida, llena de detalles de los personajes y las vivencias. Además está llena de detalles históricos sobre el montañismo y la ascensión de antiguas expediciones al Everest. Un libro que me gustó mucho, muy interesante y que amplió mis conocimientos sobre lugares tan extremos como la montaña más alta del mundo, el Everest. Muy recomendable.

Título: Mal de altura: Crónica de una tragedia en el Everest
Autor: Jon Krakauer
Originalmente publicado: 1997
Idioma: Español
Formato: e-book
ISBN: -
Páginas: 282 páginas
Calificación: Muy Recomendable