sábado, 25 de mayo de 2024
Música: Nick Mason's Saucerful Of Secrets - Live At The Roundhouse
lunes, 20 de mayo de 2024
Libro: Jon Krakauer - Mal de altura: Crónica de una tragedia en el Everest
El ser humano siempre ha deseado vencer los límites impuestos por la naturaleza y otros medios. La exploración de nuestro planeta y del espacio exterior ha dado muchas historias sobre las odiseas vividas por aquellos que deseaban llegar más allá de lo conocido e impuesto. Dentro de la exploración, está el montañismo. Alcanzar la cima de las más altas montañas de la Tierra bajo situaciones climatológicas y geográficas imposibles para el hombre.
"Mal de altura: Crónica de una tragedia en el Everest" de Jon Krakauer se ha convertido en una lectura obligada para todo amante de la literatura de montaña, de aventura o de viajes. Jon Krakauer partió hacia los Himalaya en 1996 para escribir un reportaje sobre la creciente exploración y explotación comercial del Everest. Su intención era analizar los motivos de que tanta gente estaba dispuesta a someterse a riesgos antes reservados a montañistas profesionales. Era uno de los ocho clientes de la expedición comercial de Adventure Consultants dirigida por el famoso guía neozelandés Rob Hall. El 10 de mayo tocó el techo del mundo, pero el precio que pagó por ello fue terrible. Por qué si el tiempo había empezado a empeorar, los montañistas no habían hecho el menor caso ¿Por qué unos guías avezados siguieron ascendiendo, empujando a una manada de deportistas relativamente inexpertos (cada uno de los cuales había pagado hasta $65.000 dólares para que lo llevaran sano y salvo hasta el Everest) hacia una trampa mortal?
Según Jon Krakauer escalar lo emocionaba ante la mera perspectiva que supone forzar constantemente una existencia por lo demás vulgar. Escalar da asimismo un sentido de clan. Ser escalador significaba formar parte de una sociedad rabiosamente idealista e independiente, que pasa inadvertida y es del todo ajena a la corrupción del mundo en general. Olvidó sí escalar el Everest. El caso es que empezó a mirar la montaña más alta del mundo por encima de los hombros. Ese gran esnobismo tenía su raíz en el hecho que a inicios de 1980 la vía mas fácil - por el collado Sur y arista Sureste - había sido escalada más de un centenar de veces. En 1985 este desprecio creció más ya que Dick Bass, un inexperto escalador fue conducido a lo alto del Everest por un joven escalador, David Breashears. Era una montaña para escaladores de élite y lo de Dick Bass lo cambió todo.
Jon Krakauer pidió un año de preparación y que la revista Outside financiara la expedición. En febrero de 1996 fue confirmado su viaje y aventura al Everest en la agencia Adventure Consultants de Rob Hall, una de las más famosas de todas allá. Rob Hall, un afamado escalador neozelandés decidió cambiar a un giro más comercial y el enfoque fue de guía de alta montaña. El reto consiste en hacer subir y bajar los clientes salvos y sanos. Una profesión más estable que al estar detrás de los patrocinadores para escalar. Si sabes ofrecer un buen producto, la reserva de clientes es ilimitada. Jon Krakauer estaba acostumbrado a escalar solo o sólo acompañado de más de dos amigos. Ese lujo estaba vedado en esta ascensión guiada; hay que solo confiar en el guía. Esperaba con fervor que Rob Hall hubiera descartado a los clientes de dudosa habilidad y que tuviera los medios para protegerlos a todos de las flaquezas de unos y de otros.
La táctica de Rob Hall consistía en sitiar la montaña. Los sherpas irían estableciendo hasta cuatro campamentos por encima del campamento base. Acarreando ingentes cantidades de comida, combustible y oxígeno de campamento en campamento, hasta tener todo el material necesario almacenado a 7.900 metros, en el collado Sur. En el campamento base Jon Krakauer conoce a las diferentes expediciones - entre las mas preparadas a las más inexpertas - y se da cuenta de las extrañas costumbres de famosos influencers de la época en escalar el Everest. Cada personaje teniendo el dinero y el personal adecuado, ascendía sin problemas.
Además Jon Krakauer nos habla de los problemas médicos de incluso sherpas aclimatados a la altura desde el nacer y que igualmente pueden enfermar, por ejemplo un edema pulmonar por altura, hasta morir en un hospital de Katmandú pasados los días después del rescate. El edema cerebral producido por las grandes altitudes es menos común que el edema pulmonar causado por el mismo motivo, pero puede ser más letal. El edema cerebral, que puede presentarse sin previo aviso, se produce cuando los vasos sanguíneos del cerebro, faltos de oxígeno, empiezan a rezumar y provocan una grave hinchazón cerebral. A medida que aumenta, la presión en el cráneo, la habilidad mental y motriz se deteriora con alarmante rapidez - normalmente en el plazo de unas pocas horas -, y a menudo sin que la víctima note ningún cambio. El siguiente paso es el coma y luego, a menos que el afectado sea evacuado rápidamente a una altitud inferior, la muerte.
El budismo que se practica en las alturas de Khumbu tiene un claro sabor animista; los sherpas veneran a una mezcla de espíritus y divinidades que según dicen, habitan en los desfiladeros, ríos y picos de la región, y rendir la debida pleitesía al conjunto de estas divinidades se considera de crucial importancia para garantizar la travesía de tan traicionero paisaje. Uno de los escaladores de Fischer había iniciado una aventura con una integrante de una expedición a Lhotse. Puesto que en confines del campamento base la intimidad está descartada, las citas amorosas que habían tenido lugar en la tienda de aquella mujer eran rechazadas taxativamente por los sherpas, ya que las relaciones sexuales entre parejas no casadas era un agravio en las faldas de Sagarmath.
Rob Hall tenía pensado que el 10 de mayo sería el día en que intentaría conquistar la cima. La razón tangible era el flujo y reflujo de los monzones hacía que el tiempo más favorable del año se diera, día más día menos, hacia el 10 de mayo. Durante todo el mes de abril las corrientes atmosféricas habían estado vapuleando el Everest como una manguera de incendios, azotando su cima con vientos huracanados. Incluso en días de sol y absoluta calma en el campamento base, un inmenso estandarte de nubes ondeaba en la cumbre a merced del viento. Pero se esperaba que a primeros días de mayo la aproximación de monzones desde la Bahía de Bengala desplazara las corrientes hacia el Tíbet. Si el año 1996 era como otros años anteriores, entre el cese del viento y la llegada de las lluvias monzónicas dispondrán de un breve periodo de buen tiempo y cielo despejado, lo que haría posible atacar la cima.
Depender del oxígeno embotellado para realizar la ascensión es una práctica que ha levantado la más acalorada polémica desde que en 1921 los británicos llevaron aparatos experimentales de oxígeno al Everest. (los escépticos sherpas bautizaron rápidamente aquella bombonas pesadísimas con el nombre de “aire inglés”). El primer y más acertado crítico de las botellas de oxígeno fue George Leigh Mallory, quien decía que su uso era “antideportivo y, por tanto antibritanico”. Pero pronto quedó claro que por encima de 7.600 metros en la llamada “zona de la muerte”, sin oxígeno adicional el cuerpo es vulnerable a los edemas pulmonar y cerebral, la hipotermia, las congelaciones y toda una serie de peligros mortales. En 1924, a su regreso de la tercera expedición al Everest, Mallory ya se había convencido de que nadie podría alcanzar la cima sin oxígeno adicional, y se resignó a utilizarlo él también. Reinhold Messner y Peter Habeler, asombraron al alpinismo mundial haciendo buena su bravata: a la una de la tarde del 8 de mayo de 1978, ascendieron por la ruta del collado sur y la arista Suroeste sin emplear oxígeno adicional. En muchos círculos de escaladores se consideró esta la primera ascensión real al Everest.
Jon Krakauer en aquel lugar dejado de la mano de Dios, se siente desconectado de los demás escaladores - emocional, espiritual y físicamente - como no le había pasado nunca en ninguna expedición anterior. Se dio cuenta que era un equipo solo de nombre. aunque dentro de unas horas dejaron el campamento en grupo, cada cual ascendería a su antojo sin estar atado a nadie por cuerda alguna ni por un sentido profundo de lealtad. Cada cliente está ahí, como quien dice, por su cuenta y riesgos. Todos habían sufrido mucho para llegar a ese punto. Había comido poco y no había pegado un ojo desde que dejara el campamento IV. Cada vez que tosía, era como si alguien le clavasen un puñal entre las costillas y el dolor hasta le hacía llorar. Pero si quería la cima, era preciso olvidarse de los achaques y escalar.
Veinticinco minutos antes de la medianoche, Jon Krakauer se ajustó la mascarilla de oxígeno, encendió el frontal y salió a la oscuridad. El grupo de Rob Hall lo conformaban quince personas: tres guías, los ocho clientes y los sherpas Ang dorje, Lhakpa Chiri, Ngawang Norbu y Kami. Además el equipo de Mountain Madness con tres guías - Fischer, Beidleman y Boukreev, seis sherpas y seis clientes abandonaron el collado Sur horas después que los del Rob Hall.
Aquella noche partieron treinta y tres escaladores. Aunque dejaron atrás el collado Sur, como miembros de tres expediciones distintas sus destinos ya empezaron a entrelazarse, y lo harían mucho más a cada metro que ascendieran. Rob Hall quería a cada montañista a cien metros de distancia de cada uno. Jon Krakauer tenía treinta y cuatro años escalando montañas y había descubierto que los aspectos más gratificantes del montañismo se derivan de la importancia que se da a la confianza en uno mismo, a tomar decisiones críticas y afrontar las consecuencias. Participando como cliente en una expedición se ve obligado a renunciar a todo eso y más. Por responsabilidad un guía responsable siempre querrá tenerlo todo controlado, pues sabe que no puede permitirse el lujo de que cada cliente decida por su cuenta cosas importantes.
A un ritmo tranquilo de dos litros por minuto, cada botella de oxígeno debía durar entre cinco y seis horas. El oxígeno se le acabará a Krakauer hacia las cuatro y las cinco de la tarde. Según la aclimatación y el estado fisiológico de cada uno, aún podrían hacer algo a esa altitud, pero poca cosa y por poco tiempo. Quedarían expuestos inmediatamente al edema pulmonar, edema cerebral, a la hipotermia y las congelaciones. El riesgo de muerte se dispararía.
Siempre Jon Krakauer sabía que escalar montañas era una empresa muy arriesgada. Aceptaba que el peligro era una parte esencial del deporte; sin ese valor añadido de otras muchas diversiones. Era estimulante rozar el enigma de la mortalidad, atisbar en sus fronteras prohibidas. Escalar era algo estupendo, a su modo de ver, y no pese a sus peligros intrínsecos, sino precisamente por ellos. Sin embargo, jamás había visto la muerte tan cerca hasta que estuvo en el Himalaya. Antes de ir al Everest ni siquiera había estado en un funeral. Para él la mortalidad era un concepto lejano e hipotético, una idea que podía ponderar en abstracto. Tarde o temprano, era inevitable que esa inocencia privilegiada fuese expropiada, pero cuando esto se produjo, el impacto fue aún mayor debido a la mera enormidad de la carnicería: aquella primavera, el Everest se cobró la vida de doce personas, entre hombres y mujeres, el peor saldo en una sola temporada desde que los primeros escaladores hollaron el pico en el año 1921.
El tiempo cronológico pensó tanto en la tragedia como en el atmosférico, y no hacer caso del reloj es algo que nadie puede achacar a la mano de Dios. Las demoras en las cuerdas fijas eran previsibles y podían haberse evitado. Nadie hizo el menor caso de plazo previsto para la media vuelta. Analizar los errores cometidos en el Everest es una empresa útil; sin duda evitará algunas muertes. Pero creer que el hecho de diseccionar los trágicos acontecimientos de 1996 va a reducir el índice de mortalidad de manera sensible es ya una quimera.
Libro que causó gran revuelo por lo contado al detalle y desde la propia visión de Jon Krakauer. Además descubrirás el por qué hasta hoy en día Jon Krakauer es visto con recelo por los afectados y observadores de esta tragedia. Él lo reconoce, pero da sus razones del porqué. Hace un par de años atrás salió la película “Everest” que se basa en la obra de Jon Krakauer y otros relatos de lo que vivieron y sobrevivieron y deja muy mal parado al autor de “Mal de Altura”. Una tragedia que hasta el día de hoy saca ronchas. Una lectura rápida, llena de detalles de los personajes y las vivencias. Además está llena de detalles históricos sobre el montañismo y la ascensión de antiguas expediciones al Everest. Un libro que me gustó mucho, muy interesante y que amplió mis conocimientos sobre lugares tan extremos como la montaña más alta del mundo, el Everest. Muy recomendable.
martes, 14 de mayo de 2024
Serie: Messiah
En medio de un asedio insurrecto, un hombre habla de las escrituras y Dios en Damasco, Siria. Una ciudad sitiada por las fuerzas de ISIS y que es salvada luego que una extensa tormenta de arena cubre la ciudad para no ser atacada. Dos mil personas de dicha ciudadela sitiada comienzan un éxodo por el caluroso y agreste desierto siguiendo a este hombre con facciones mesiánicas. Les guía y dirige a la frontera con Israel causando un conflicto político-religioso en la región.
Eva Geller (Michelle Monaghan), agente de la CIA, intenta llenar los vacíos de su vida trabajando en esta agencia gubernamental. Le llega la información de este misterioso hombre que vino de la nada y que inicialmente conduce a la gente por el desierto hasta la frontera con Israel. Este hombre vino de la nada, ya que no aparece en las bases de datos de la CIA. En plena frontera con Israel es arrestado y encarcelado. En dichos interrogatorios sorprende a los interrogadores al saber información personal de ellos y de sus vidas. La CIA quiere una entrevista con él, pero no podrá ser. De manera misteriosa y sorprendente este hombre se esfuma de su celda. Lo denominan al-Masih, pero en realidad su identidad es de Payam Golshiri (Mehdi Dehbi)
Eva Geller viaja hasta la misma Israel para trabajar en la búsqueda de este misterioso hombre. Está desaparecido y es buscado por todas las agencias de la zona. Aparece fugazmente y ocurre un hecho de violencia en el cual un niño fue herido por un soldado israelí. Este hombre sana a este niño y lo salva de la muerte. Todo esto visto por los palestinos y las redes sociales. Eva quiere saber más del hombre que supuestamente dejó ir a Al-Masih luego de su segunda detención y se entera de su peligrosidad como agente israelí y lo terrible que está dispuesto a hacer. Se llama Aviram Dahan (Tomer Sisley). Israel recibe una gran presión por parte de los refugiados sirios y de los propios palestino en cierta zonas de Israel. Todo visto por la prensa internacional. Causando alarma mundial por los sucesos en Tierra Santa.
Ocurre una transfiguración. Este hombre misterioso Al-Masih aparece en un pueblo llamado Dilley. Un pueblo abandonado y casi despoblado en medio de Estados Unidos y en pleno desastre natural de un tornado. Este hombre salva la situación de un pastor llamado Félix Iguero (John Ortiz). Dicho pastor estaba a minutos de incendiar la iglesia para cobrar los seguros ya que su situación financiera está crítica. Este misterioso hombre salva a su hija Rebecca Iguero (Stefania LaVie Owen) y permite que solo la vieja iglesia se salve de dicho desastre. Eva Geller vuelve a Estados Unidos y quiere hablar con Al-Masih, pero las autoridades locales se lo impiden. Ya los medios de comunicación hablan de este hombre y sus milagros en Israel y EE.UU.
Félix Iguero sabe con quién está hablando y Al-Masih le indica que fue enviado por Dios, un mensajero que está trayendo problemas a las agencias de inteligencia del mundo. Ya es todo un sucesos en las redes sociales que en un inicio estas agencias impidieron la masividad de sus actos difundidas por aquellos medios de comunicación y divulgación en internet. Este hombre es detenido por ingreso ilegal a EE.UU. Es llevado a un centro de detención y se ve enfrentado con Eva Geller y ella sale muy afectada emocionalmente de esta entrevista por la información personal que él manejaba de ella. Al-Masih luego de controvertido y expuesto en la prensa en televisión e internet en demasía en un juicio para ser expulsado de EE.UU y enviado a Israel, pero obtiene refugio por la mano de un juez que muere poco a poco de un tumor cerebral.
Al-Masih está de vuelta en Dilley, pero no es lo que espera la gente de él. Pasa días encerrado en su carpa y no sale como los seguidores piensan. Este pueblo destruido se ha transformado en una ciudad cosmopolita de seguidores de este supuesto mesías. Pero él tiene un comportamiento extraño. Causan dudas sus palabras y acciones. ¿Será el hombre que personifica la segunda venida de Jesucristo? ¿Un falso profeta? Los seguidores de Al-Masih dejan la frontera con Israel y vuelven a Siria. Se sienten defraudados por esto y no están dispuestos a sacrificar su vida por su misión.
Luego de un comportamiento errático, decide salir de ese pueblo en ruinas. Seguido por todos en una gran caravana por la carretera en un destino desconocido que es elegido por el propio pastor Félix Iguero es que deciden llegar a Washington DC. ¿Quién es Al-Masih? La CIA lo identifica y además descubre que tiene un hermano estudiando en Teherán. Las redes sociales y la televisión sirven para masificar este profeta al mundo y a la sociedad estadounidense. No saben lo que planea en la capital de Estados Unidos. Luego de hablar de que lo que está escrito ya no tiene validez y que existe una nueva forma de ver la religión. Para verlo caminar sobre las aguas en Central Park ante todo el mundo que lo ven por las redes sociales y las principales cadena de televisión que transmite esta especie de muestra de poder y santidad frente a todo el mundo en vivo. Al mismo tiempo que los hombres y mujeres venidos de Siria de forma milagrosa y sin derramar sangre cruzan el cerco Israelí y van a la tierra negada de Israel.
Ocurre una guerra de ideas en la televisión mundial e internet. Sabemos de los teóricos nexos de Al-Masih con Rusia, por medio de un profesor que tuvo en Irán. Conocemos por medio de su hermano que a nuestro supuesto mesías sus padres murieron en la Guerra del Golfo allá entre 1990 y 1991. Vivieron luego con un tío y Al-Masih vivió en la calle como vagabundo y en circos durante los veranos donde aprendió trucos de magia, que podría estar usando ahora para simular milagros. Ocurren disturbios en las principales ciudades de Estados Unidos, el fin de algo y que las cosas no serán como antes. Vemos como por una parte la vida religiosa exitosa en la actualidad del pastor Félix Iguero, junto a su esposa Anna Iguero (Melinda Page Hamilton) codeándose con las personalidades máximas e influyentes religiosas de Estados Unidos y la vida de Al-Masih lejano a lo religiosos, descansando en su habitación de hotel y viviendo alejando de todo lo que estaba causando en una de las principales ciudades de Estados Unidos.
Al-Masih, por interés propio del presidente de Estados Unidos. Se reúnen en reuniones secretas, donde el supuesto mesías le pide retirar todas sus tropas en países extranjeros y regresen a Estados Unidos. Así para ser, según él, considerado el presidente de la paz. El presidente se niega y Al-Masih le advierte las consecuencias. Estas reuniones secretas hacen ruido en lo personal al presidente de la nación más poderosa del mundo, ya que él es mormón y al-Masih juega con esto para convencerlo de lo que él pide y desea. Horas después, temprano en la mañana, se declara emergencia en el estado de Florida por las inundaciones en la costa. El pastor y su esposa saben que ellos no son el objetivo de interés de Al-Masih, sino su hija Rebecca. Al-Masih dice que es deseo de Dios y deben a ella con el tiempo dejar ir y cumplir su objetivo. Vemos como muchos personajes dejan de participar en la investigación y extorsión sólo al llegar a creer en él como el mesías. Poco a poco vemos como las piezas están tomando su lugar dentro de la serie. Saber los objetivos de Al-Masih en Estados Unidos y cómo la gente que lo rodea quiere saber quién es él realmente y que quiere. Causa preocupación su actitud relajada, popular y como llega a la gente fácilmente que descoloca a los líderes religiosos y vuelve locos a las autoridades policiales y gubernamentales de EE.UU.
Una serie con un potencial tremendo en lo que se refiere a su temática, pero a la vez que incita a la prohibición en ciertos países islámicos por ir contra su fe y religión. Esto de mezclar lo religioso, espiritual, psicológico, policial e investigativo atrae en demasía. La hace una serie muy especial, ya que no sabes cual es el siguiente paso, la siguiente sorpresa y cuando sucede, te atrapa más y más. Pensar, imaginar y analizar cómo sería una supuesta venida de Cristo u otro mesías en nuestros tiempos actuales. Lo que le permitiría los medios masivos como la televisión e internet. Como los sucesos que le involucran serían presentados por estos medios. Las polémicas que provocaría en programas variados de radio y televisión además de las protestas civiles, inquietudes e incertidumbres que causaría la llegada de este supuesto salvador a los líderes mundiales y los servicios de inteligencia que quieren saber los pasos y la verdadera historia de este hombre.
Creo que por las inquietudes en ciertos países ortodoxos en lo religioso, relacionado al islamismo principalmente bombardearon la idea de una segunda temporada ¿En qué pudo haber finalizado esta serie en realidad? Sólo sus creadores lo sabrán. Netflix no dio la oportunidad de una segunda chance y este es el fin. Un final abierto, un final de lo que hubiera sido si el mesías, el tan esperado por las principales religiones, hubiera vuelto a nuestra Tierra. Recomendable.
Tráiler:
Episodios: 10 episodios
Año: 2020
Creador: Michael Petroni
País: Estados Unidos
Idioma: Inglés
Subtítulos: Inglés
Formato: Streaming (Netflix)
Calificación: Recomendable
martes, 7 de mayo de 2024
Libro: Albert Camus - La Peste
Obra de Albert Camus, publicada en 1947, establecida en la ciudad de Orán, una ciudad como cualquiera otra, una prefectura francesa en la costa argelina francesa. La ciudad, en sí fea. Su aspecto es tranquilo y se necesita cierto tiempo para percibir lo que la hace diferente de las otras ciudades comerciales de cualquier latitud. En Orán los extremos del clima, la importancia de los negocios, la insignificancia de lo circundante, la brevedad del crepúsculo y la calidad de los placeres, todo exige buena salud.
La mañana del 16 abril, el doctor Bernard Rieux, al salir de su habitación, tropezó con una rata muerta en medio del rellano de la escalera. Pero para él no era nada. Se veían ratas muertas en la calle, por todos lados. El día 17, envió a su enfermiza esposa de viaje en tren a un sanatorio. Se ven ratas muertas en la estación de ferrocarril y él está relajado, ya pasará. Conoce al periodista Raymond Rambert y en la entrevista le dice directamente a Rieux que estaba haciendo un reportaje para un periódico importante de París sobre las condiciones de vida de los árabes y quería datos sobre su estado sanitario.
Ya desde el día 18 el tema de las ratas muertas era crítico. Cientos de ellas aparecían cada mañana en las calles. El municipio decidió recolectarlas y enviarlas al incinerador de la ciudad. Pasados los días Rieux se encontró con el portero del edificio donde vivía enfermo. Con bultos y dolores en el cuello, axilas e ingles. Le pidió que descansara y en la noche que iría a visitarlo. Al llegar a su departamento encontró a su enfermo medio colgando de la cama, con una mano en el vientre y otra en el suelo, vomitando con gran desgarramiento una bilis rojiza en un cubo. Después de grandes esfuerzos, ya sin aliento, el portero volvió a echarse. La temperatura llegaba a treinta y nueve con cinco, los ganglios del cuello y de los miembros se habían hinchado, dos manchas negruzcas se extendieron en un costado. Se quejaba de un dolor interior.
Otro personaje es Jean Tarrou, quien escribe una especie de diario de los que sucede en la ciudad que visita. Nos habla del tema de las ratas muertas por centenares y los primeros casos de esta enfermedad como una fiebre letal. Además nos entrega una descripción de nuestro protagonista Rieux:
“Parece tener treinta y cinco años. Talla mediana. Espalda anchas. Rostro casi rectangular. Los ojos oscuros y rectos, la mandíbula saliente. La nariz ancha es correcta. El pelo negro, cortado muy corto. La boca arqueada, con los labios llenos y casi siempre cerrados. Tiene un poco el tipo de un campesino siciliano, con su piel curtida, su pelambre negra y sus trajes de tonos siempre oscuros, que le van bien. Anda deprisa. Baja de las aceras sin cambiar el paso, pero de vez en cuando sube a la acera opuesta dando un salto. Es distraído manejando el coche y deja muchas veces las flechas levantadas, incluso después de haber dado la vuelta. Siempre sin sombrero. Aires de hombre muy al tanto”
Ya con el pasar de los días, sumando la cantidad de enfermos de esta extraña fiebre con terribles dolores, se habla en el entorno de Bernad Rieux que esto es “la peste”. La peste bubónica que hace décadas no daba casos, según el libro en París, y en las zonas templadas hace muchos muchos años sin casos. Rieux trataba de asimilar lo que sucedía y pensaba en lo que se venía para la ciudad de Orán y la pérdida de las libertades para él y sus ciudadanos.
A la luz de los hechos la ciudad comienza a organizarse, de forma sutil, por la supuesta aparición de la peste. Las autoridades comienzan de forma discreta a informar sobre esta fiebre letal. Rieux, renuente a informar inmediatamente que se trataba de peste bubónica, pide a las autoridades no alertar de forma irresponsable a la población. Al otro día, él ya veía los primeros carteles que informaban sobre esta epidemia y comenzaban a salir en la prensa escrita de Orán las primeras noticias sobre los casos de la peste bubónica.
Cada uno tuvo que aceptar vivir al día, solo bajo el cielo. en tales momentos de soledad, nadie podía esperar la ayuda del vecino; cada uno seguía solo con su preocupación.
Mientras los habitantes se adaptaban a este inapropiado exilio, la peste ponía guardias en las puertas de la ciudad y hacía cambiar la ruta de los barcos que venían hacia Orán. A la gente de la ciudad les costaba comprender lo que les pasaba, a pesar de sus preocupaciones personales. Nadie había aceptado la enfermedad. Al público le faltaba un punto de comparación con la enfermedad, los casos y los muertos.
Orán tomó un aspecto singular. Las calles y los café llenos de gente. Nadie a pesar del cierre de casi todo, se sentía cesante; sino de vacaciones. El Padre Paneloux desde su orilla, pensando que en aquellos años tenía cierta influencia en la Iglesia aún en la sociedad argelina, ordena en sus plegarias que los habitantes de Orán se acerquen a la Iglesia y al abrigo de Dios, ya que la peste es un designio del divino, una prueba de él a los habitantes de la ciudad y que la única forma de sobrevivir a tal pandemia es orando y pedir a Dios día día por sus vidas. Por medio de estas palabras los habitantes día a día se acercaron más y más a la iglesia de Orán a rezar y a pedir por sus vidas.
Esta fue una de las grandes revoluciones de la enfermedad. Todos nuestros ciudadanos acogían siempre el verano con alegría. La ciudad de Orán se abre entonces hacia el mar y desparramaba a su juventud por las playas. Este verano, por el contrario, el mar tan próximo estaba prohibido y el cuerpo no tenía derecho a sus placeres. En ese verano la gente estaba atiborrada en los cafés y restaurantes. El tranvía era el único medio de transporte que seguía pese a la peste. Los números de muertos por la enfermedad crecían día a día. Por la escasez de papel, los periódicos lanzaban sus ediciones con menos páginas de información.
Tarrou y varios hombres formaron grupos sanitarios para combatir la peste y el doctor Castel puso toda su confianza y su energía en fabricar sueros, sobre el terreno, con el material que tenía. Tanto Rieux como él esperaban que un suero fabricado con cultivos del microbio que infestaban la ciudad tendría una eficacia más directa que los sueros venidos de fuera, puesto que el microbio difería ligeramente del bacilo de la peste, tal como era clásicamente descrito. Castel esperaba obtener su primer suero con bastante rapidez.
La Enfermedad, que aparentemente había forzado a los habitantes a una solidaridad de sitiados, rompió al mismo tiempo las asociaciones tradicionales, devolviendo a los individuos a su soledad. Esto era desconcertante. Hubo incendios y actos vandálicos y de rebeldía que obligaron a las autoridades a convertir el estado de peste en estado de sitio y aplicar las leyes pertinentes. Se fusiló a los ladrones, pero es dudoso que eso hiciera impresión a los otros, pues en medio de tantos muertos, esas dos ejecuciones pasaron inadvertidas: eran una gota de agua en el mar. La única medida que pareció impresionar a los habitantes fue la institución del toque de queda. A partir de las once, la ciudad, hundida en la oscuridad más completa, era de piedra. Era una necrópolis donde la peste, la piedra y la noche hubieran hecho callar, por fin, toda voz.
La peste no dio tregua a Rieux y al resto de sus colaboradores. El Padre Paneloux que se había sumado a los grupos de apoyo sanitarios enfermó y murió sin saber a ciencia cierta si había sido la misma peste que había llegado a su vida. Llegó el frío invierno y las calles se mantenían sin vida. La peste se había llevado la vida comunitaria, las vidas de los seres amados y cerrado cortinas y puertas de sus deudos. Hasta que pasado las semanas las ratas volvieron a hacer de las suyas, como un síntoma de que la peste decayó de manera progresiva. Hasta los gatos volvieron a hacer de las suyas después de meses de encierro y miedo.
Todos querían creer que la peste puede llegar y marcharse sin que cambie el corazón de los hombres. Para madres, esposos, amantes que habían perdido toda dicha con el ser ahora confundido en una fosa anónima o deshecho en un montón de ceniza, para esos continuaba por siempre la peste. Negaban tranquilamente, contra toda evidencia, que hubieran conocido jamás aquel mundo insensato en el que el asesinato de un hombre era tan cotidiano como el de las moscas, aquel salvajismo bien definido, aquel delirio calculado, aquella esclavitud que llevaba consigo una horrible libertad respecto a todo lo que no era el presente, aquel olor de muerte que embrutece a los que no mataban. Negaban en fin, que hubieran sido aquel pueblo atontado del cual todos los días se evapora una parte en las fauces de un horno, mientras la otra cargada con las cadenas de la impotencia, esperaba su turno.
La peste había sido exilio y separación en el más profundo sentido de la palabra.
Los intereses y deseos individuales son dejados de lado para la causa de derrotar a la peste. Se deja en segundo plano el amor, la fama y el dinero para destruir al invasor. Albert Camus da alegorías de la “resistencia” ante un invasor, que podría referirse a la resistencia francesa al ejército nazi en la Segunda Guerra Mundial. Invasor que cambió la paz y vida de los franceses en todos sus aspectos. Sin lugar a dudas la vida de los habitantes de Orán cambia. En su comercio, transporte, vida social y economía.
Lo mejor del hombre se ve en los momentos más oscuros. El doctor Rieux, sus colegas y colaboradores se unen desinteresadamente con sus mayores esfuerzos para combatir esta epidemia. Otro aspecto visto en esta obra son las limitaciones a las libertades individuales de los habitantes de Orán. Como recalqué, lo individual deja de existir para establecer lo colectivo. Son los sacrificios que los habitantes deben sufrir para sobrevivir.
Clásico de la literatura universal, que enfrenta al hombre a sus sombras, miedos y amenazas. Enemigos que no se pueden combatir si no es en lo colectivo, con desinterés, entrega y sacrificando lo más amado. Clásico existencialista. Imprescindible.